miércoles, 26 de agosto de 2009

Gracias ministra por el favor concedido

Jamás había estado en vivo y en directo con la ministra de cultura Paulina Urrutia, otrora actriz de famosas teleseries como jaque Mate, donde interpretaba a la tierna Paula Quesney hija de un acaudalado banquero, y en fuera de control con su rol de Sarita Mellafe una adolescente insoportablemente pedante, sin embargo, uno de sus papeles más recordados y conmovedores fue Teresa de los Andes. Nos citaron a las 16 horas en la biblioteca franciscana de la iglesia san Francisco.

Llegamos puntuales, la ansiedad en el ambiente se podía cortar con tijeras, todos esperábamos los benditos cheques que nos acreditaban como los exitosos ganadores del Fondart. Por supuesto Las autoridades locales no podían faltar, nunca vi a los concejales tan preocupados por los artistas como en esa hermosa tarde de agosto.

La verdad que todos los apretujados artistas mirábamos (ya esas alturas como tic nervioso) hacía las puertas de la biblioteca y de pronto el milagro, y la que antes nos estremeció interpretando a la primera santa de Chile, ahora lo hacía entrando radiante al recinto religioso. La afamada ministra se dio la tarea de saludar a todos, y yo diría que lo logró, tomó palco en un sillón a claras luces cómodo, y se inicio la ceremonia, naturalmente con las infaltables cuecas para este tipo de ritos.

El proscenio primero lo ocupo el casi joven seremi de cultura Luis Aguirre, después subió la ministra, sólo los ansiosos más distinguidos que llegaron casi al alba para ocupar los escasos asientos la oyeron, los que estábamos en la galería sólo pensábamos en el cheque, que para eso fuimos. Se escuchaban risas nerviosas, no faltaron las tallas de cómo se iba a ocupar el dinero las más recurrentes era evocar al Dios Baco.

El locutor nos llamaba en grupos de cinco, y la ministra entregaba el cheque sin antes posar para las fotos correspondientes, y todos se iluminaban con la presencia de los paparazzi, incluso los artistas más ariscos sonreían orgullosos por su triunfo. Pasaban los minutos y ya me costaba controlar la picazón de la garganta por el polvo que a la par habita con los antiguos libros en la santa biblioteca, y por fin llamaron a mi primo, lástima que no tuviera una cámara a mano, era uno de los pocos que no tenía.

Con el cheque bajo el brazo salimos raudos de la iglesia en dirección al banco llevamos sacos de dormir por si teníamos que pernoctar en sus puertas. Lo que habrá pasado después en el santo lugar ya es historia conocida, hartas fotos, hartas fotos, un exquisito coctel y muchas gracias a Dios y a la ministra.

Por Santiago Bonhomme


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