domingo, 8 de noviembre de 2009

La muerte en la poesía chilena

Por Santiago Bonhomme

Mucho antes que Chile se fundara como nación, ya era un poema, y en ese poema de Alonso de Ercilla que lleva por titulo La Araucana,1569, en su primera parte narra los inicios de la conquista de Chile y con ello, las batallas, verdaderas hazañas bélicas entre españoles y araucanos, la muerte épica de los guerreros. Sonetos de la muerte, es el primer libro de Gabriela Mistral, lo publicó el año 1914, inspirado por el suicidio de su primer amor Romelio Ureta.

Enrique Linh es el protagonista, quizás, de la experiencia más extrema en el enfrentamiento de la poesía con la muerte, porque en él se hace palpable. Agonizando de un cáncer, Linh decide no consumir las drogas que mitigan el dolor de la enfermedad, con la intención de mantenerse lucido para seguir escribiendo su Diario de muerte, 1989, publicado meses después de su deceso. La muerte es el contenido más habitual en la obra del poeta Armando Uribe Arce, premio nacional de literatura, 2004.

Uribe no le teme a la muerte, todo lo contrario, la desafía a que se lo lleve luego, “Se dicen los adioses/finales./ ¿porqué lloras?/ es que no hallo las horas/ de morir…”. En el libro Réquiem, 2001, Andrés Morales es un testigo que reprueba la conducta de la humanidad y reconoce que nos merecemos un castigo, que todo se haga cenizas. Dos años después, Morales edita Memoria muerta, en aquel texto la muerte ya es personal y la muerte de la memoria como pretensión de que se trata de la verdadera muerte.

Los poetas más jóvenes, como Héctor Hernández, o Arnaldo Donoso, también se obsesionan con la muerte y la citan desde un sentido estético más casual, cargan con ella como algo muy conocido, que puede estar en una Disco o en cualquier esquina de una población. El mejor libro de poesía editado en Chile el año 2008, según el consejo nacional del libro y la lectura, es “El cementerio más hermoso de Chile” del poeta de Magallanes Christian Formoso.

No hay comentarios.: